En este momento el campamento de acogida de Moria, donde se identifican a quienes acaban de llegar por mar desde las cercanas costas de Turquía, se ha convertido en sinónimo de infierno. Se trata de instalaciones precarias (contenedores y tiendas de campaña) sobre un terreno que pertenece al ejército y que fue originalmente creado para acoger unas semanas nada mas a 2.880 personas. En la actualidad el campamento, que ha ido creciendo de forma anárquica, reúne a más de 20.000 personas. Se les identifica y comienza el lento proceso de asilo. Algunos llevan más de un año malviviendo bajo una tienda de campaña ligera, otros con más suerte son familias en contenedores de los que utilizan las autoridades cuando hay terremotos y destrucción de edificios. Y los más vulnerables de los vulnerables (con niños recien nacidos, con enfermos, etc.) pueden, si tienen suerte, ser enviados al vecino campamento de Kara Tepé, donde viven en contenedores y reina la calma.
«Nos queremos ir de aquí, nuestros hijos están enloqueciendo, hay suciedad, violencia entre grupos de distintas nacionalidades, enfermedades. El niño que no tose tiene diarrea…» Lo dice con pena y rabia Hamdiya, una madre afgana que ha salido del campamento (tiene permiso para ello) para ir a comprar lo mínimo. Tiene familia en otros países europeos, pero sabe que no tendrá derecho a la reunificación familiar porque no tienen relación de padres e hijos, solo de hermanos. Y prioridad para obtener asilo la tienen los sirios.
Un párking de gente
Las malas condiciones de Moria las confirma Apostolos Veízis, el director de los programas de Medicos sin Fronteras. Considera que desde la firma del acuerdo entre la Unión Europea y Turquía en marzo de 2016 las cosas han emporado. Y aun más desde el verano pasado: el nuevo gobierno decidió que quienes llegaban a partir de entonces no tendrían automáticamente el AMKA, el número de seguridad social que les daba acceso no solo a tratamiento de emergencia, sino al mismo que los griegos asegurados. Eso hace que el acceso al hospital más cercano, en este caso el de Mitilini, sea más difícil.
Ahora el problema más acuciante es la tensión entre los habitantes de la isla, especialmente los del pueblito de Moria, de menos de 1.200 habitantes. Se sienten amenazados por el ahora enorme campamento con tanta gente y el resto de la isla protesta ante la amenaza de un nuevo centro de acogida que el Gobierno ha anunciado, de «tipo cerrado»: nadie sabe lo que significa eso y si sus habitantes podrán salir o no. Los locales se opusieron hasta a la llegada de las grúas que trajeron los constructores, oponiéndose contra las fuerzas antidisturbios. El señor Petros, que vive de su ganadería (cabras) y sus quesos, está desolado. «Esto se va a convertir en un parking de gente que no tendrá a dónde ir, nadie los querrá y aquí se quedaran porque Turquía no les aceptará . Nosotros no tenemos la culpa de estar a pocas millas de Turquía. Solidaridad europea para mi es que se los lleven rapidamente a otros paises». Y su agresividad es en parte justificada: el hospital estatal está lleno, los inmigrantes no tienen ni mudas y al parecer muchos se llevan de ahi lo que pueden: medicinas, sábanas, hasta carritos de inválidos. La zona alrededor del campamento está llena de basura, los grupos de hombres jóvenes llevan cuchillos y se pelean con cualquier excusa entre ellos, encienden hogueras en cualquier sitio…
Poner orden en las ONGs
Los locales acusan a las ONGs de ayudar a los refugiados a quedarse, de darles apoyo y consejos sospechosos. Pagan justos por pecadores ya que hay ONGs impecables y otras dudosas. Ahora el Gobierno quiere poner orden y exigirán que todos se vuelvan a registrar y demuestren su legalidad, su financiación etc. Pero mucho personal de estas organizaciones y sus voluntarios están pensando retirarse, aunque saben que ello haría que la situación de los inmigrantes se convierta en más preparia aún.
En el puerto se encuentra un enorme buque porta tanques de la marina griega, el «Rodos». Ahí están llegando todos los inmigrantes que alcanzaron la isla a partir del 1 de Marzo, fecha en la que empezaron a llegar miles de personas a la frontera por tierra con Turquía. Nada más llegar fueron identificados por la policía y poco a poco embarcan. Se dice – todo son rumores en la isla- que serán llevados mañana a un puerto, posiblemente Kavala, y de ahí al nuevo centro de acogida en la provincia de Serres. Ahí el gobierno quiere internar a todos los que han llegado y llegarán a Grecia ilegalmente , por mar y por tierra, desde el 1 de Marzo. Para ser posteriormente deportados.
Entretanto el portavoz de las autoridades portuarias Nikos Lagadianós, confirma que desde la noche del miércoles y madrugada de hoy jueves no ha llegado ninguna embarcación. Una muestra más de que cuando el Presidente turco Tayyip Erdogan decide que no pase nadie a Grecia, nadie pasa.