«Ahora me dicen que soy inmune. Me siento muy poderoso. Voy a meterme ahí en medio del público. Entraré ahí y daré besos a todos entre el público. Besaré hasta a los tipos, y también a las mujeres hermosas… Los besaré a todos. Les daré un beso grande y fuerte», dijo ayer el presidente, quien en realidad es conocido por su fobia a los gérmenes y es poco amigo de dar besos y apretar manos.
Pero ayer el presidente estaba en su salsa y libre de miedos. Estuvo exactamente 13 días sin mítines, aislado en la Casa Blanca y en el hospital militar de Walter Reed, viendo con desesperación cómo él iba cayendo en intención de voto mientras el demócrata Joe Biden iba subiendo, aunque esas mismas encuestas ya no sirvieran para nada hace cuatro años. Era una cuestión de imagen.
Para su reaparición estelar ayer, Trump eligió Florida, el estado donde está empadronado, que ganó en 2016 y donde las encuestas le pintan bien, mejor que en otros lados como Pensilvania o Wisconsin. Consciente de que ayer estaba en un estado con un 26% de latinos, Trump defendió, como suele hacer, una regeneración democrática en el continente americano.
«Mi oponente está del lado de los socialistas y los comunistas. Yo estoy del lado de los pueblos de Cuba, Nicaragua y Venezuela en su justa lucha por la libertad», dijo el presidente.
Ahora el tren electoral de Trump ya no para. El presidente quiere hacer un mitin por día hasta el 3 de noviembre, día de las elecciones. Esta semana visitará Pensilvania, Iowa, Carolina del Norte y Wisconsin. Aparte de los actos de campaña, Trump todavía no ha tenido agenda oficial de ejercicio de la presidencia desde que contrajo el virus.
