Putin arrasa en unas elecciones calificadas de fraudulentas por la oposición

Pese al descontento general por el empeoramiento de las condiciones de vida de la población, el nepotismo, los casos flagrantes de corrupción, la falta de democracia y transparencia y a que se esperaba que el ‘voto inteligente’ propuesto por el principal líder opositor de Rusia, Alexéi Navalni, impulsara al Partido Comunista de la Federación Rusa (KPRF) como principal canalizador del voto de protesta, las cosas han quedado prácticamente igual que estaban.

Los comicios legislativos celebrados en Rusia entre el viernes y el domingo no han servido para modificar sustancialmente la composición de la Duma Estatal (Cámara Baja del Parlamento ruso). Con el escrutinio de la papeletas casi finalizado, Rusia Unidam el partido del presidente Vladímir Putin, ha obtenido el 49,84% de los sufragios, algo menos que en las legislativas de 2016, cuando obtuvo el 54,20%.

Sin embargo, la formación del Kremlin, según apuntó ayer la presidenta de la Comisión Electoral Central, Ella Pamfílova, en rueda de prensa conservará con toda seguridad la ‘mayoría constitucional’ o cualificada, con más de 300 escaños de los 450 que tiene la Duma, una vez finalice el recuento de votos en las 225 circunscripciones uninominales.

De ser así, el presidente ruso, como ya hizo el año pasado, podría enmendar la Carta Magna a su antojo. En 2020 hizo incluir una cláusula en su texto que le permite, si así lo estima oportuno, presentarse a dos mandatos presidenciales más (hasta 2036), tras haber consumido ya casi cuatro, además de los cuatro años que ocupó el cargo de primer ministro. A partir de ahora, con la ‘mayoría constitucional’ en su mano, podría acometer más cambios legislativos para diseñar su futuro político, bien siguiendo al frente del país o conformando un mecanismo que le permita garantizarse un control total sobre su sucesor.

La cuestión es que ni siquiera la oposición ‘domesticada’, constituida por los partidos con presencia en el Parlamento, ha avanzado en estas elecciones lo suficiente como para poner a Putin en aprietos, el Partido Comunista ha mejorado algo su resultado con respecto a 2016. Entonces cosechó al 13,34% de los votos y ahora el 18,95%.

Los ultranacionalistas del Partido Liberal Democrático (LDPR) han incluso empeorado con respecto a hace cinco años. Entonces obtuvieron el 13,14% de los votos y ahora el 7,50%. Su líder, Vladímir Zhirinovski, tuvo ayer una airada intervención muy crítica en el hemiciclo contra los diputados de Rusia Unida, no exenta de insultos. Según sus palabras, los comicios han sido un fraude total. Dijo que les odiaba. El otro partido con diputados en la Cámara Baja, los socialdemócratas de Rusia Justa, sí han mejorado un poco, de 6,22% en 2016 a 7,45% tras la actual convocatoria, pero nada que pueda inquietar al Kremlin.

El Parlamento entrante parece que contará ahora con un nuevo partido Nueva Gente (conservadores liberales), que ha obtenido el 5,33% de los sufragios. Se encuentra en la cuerda floja porque si, tras el final del escrutinio, baja del cinco por ciento, no obtendrá ningún escaño. Podría entrar también en la Cámara, elegido en las listas abiertas, el dirigente del partido liberal Yábloko (manzana), Serguéi Mitrojin.

Todo ello en medio de las denuncias de «fraude masivo» de la oposición, incluso del Partido Comunista, que quiere movilizar a sus partidarios para protestar en el centro de Moscú, en la Plaza Pushkin, pese a que el Ayuntamiento ya ha desautorizado que puedan llevar a cabo la concentración.

El entorno de Navalni sostiene que, para lograr el resultado que indican los datos oficiales, Putin no ha escatimado recursos. Empezó desencadenando un

a represión sin precedentes contra todos sus adversarios. El dirigente opositor regresó a Rusia en enero, tras curarse en Alemania del envenenamiento que sufrió en agosto de 2020, y fue detenido..

Hay otros seguidores de Navalni encarcelados, en arresto domiciliario o en el exilio. Ninguno ha podido concurrir a los comicios al haber sido catalogados por la Justicia rusa como «extremistas». El principal contrincante político de Putin ni siquiera ha podido hacer público sus recomendaciones sobre a quién había que votar. Promovía el ‘voto inteligente’, cuyo objetivo era apoyar cualquier candidatura capaz de privar de posibilidades a Rusia Unida.

Esta táctica dio resultado en el pasado, de ahí que las autoridades la han combatido sin miramientos. Todas las cuentas en las redes sociales llamando al ‘voto inteligente’ fueron bloqueadas.

Pero el Kremlin no se detuvo ahí. A políticos de partidos muy moderados como Yábloko no se les ha permitido presentar sus candidaturas aduciendo todo tipo de defectos de forma. El caso más claro ha sido el del jefe de la organización del partido en Pskov, Lev Shlósberg. Borís Vishnevski, el responsable de Yábloko en San Petersburgo, ha sufrido incluso estratagemas a base de clonar sus papeletas con los adversarios de otros partidos con idénticos nombres y apellidos y el mismo aspecto físico.

La guinda han sido las tecnologías fraudulentas aplicadas durante la votación y el escrutinio. Las redes sociales se llenaron estos días de denuncias de fraude en numerosos colegios mediante llenado de urnas con decenas de papeletas a favor de Rusia Unida, lo que ha tenido que reconocer hasta Pamfílova.

La escasa o nula fiscalización del recuento de votos deja muchas sombras de duda sobre la limpieza del proceso. A la falta endémica de interventores, debido a la imposibilidad de cubrir todo el inmenso territorio de Rusia, y a las presiones directas que sufren en algunas regiones los que representan a las formaciones que no cuentan con el visto bueno del poder, se une que esta vez ha habido tres días de votación y la posibilidad de emitir la papeleta de forma electrónica. Guennadi Ziugánov, el líder del Partido Comunista, afirmó ayer que no reconocerá el voto online en Moscú por los «extraños errores» que se han registrado durante la votación.

Grigori Melkoniants, copresidente de la ONG Golos, que defiende los derechos de los electores y que catalogado con el estigma de ‘agente extranjero’, advirtió además la semana pasada que «en algunos territorios de Rusia, sobre todo en el Cáucaso Norte, existe un claro peligro para los interventores que tratan de denunciar prácticas irregulares».