Mentiras y medias verdades del médico de Trump

El sábado a las 11.39 el doctor Sean P. Conley se enfrentó a uno de esos momentos que, de poco frecuentes, acaban en los libros de historia. Las puertas del hospital militar Walter Reed se abrieron y este médico, a cargo de la salud del presidente de Estados Unidos, emergió a dar el parte sobre el estado de su paciente, ingresado con un gravísimo virus que ya ha matado a más de un millón de personas. El doctor Conley, sin embargo, confundió más que aclaró.

«Tiene 74 años, es varón y tiene un poco de sobrepeso. Aparte de eso, está muy sano. El colesterol es excelente. Su presión arterial es excelente. No está tomando medicamentos para eso. Está despierto y activo. Si vemos su actividad, los días previos, de largas horas y todo lo demás, se está defendiendo bien», dijo Conley. «Somos moderadamente optimistas, pero lo cierto es que el presidente está bien», añadió.

El problema para el doctor Conley es que en cuanto acabó de hablar, el mismísimo jefe de gabinete de la Casa Blanca, Mark Meadows, se llevó a los periodistas a un aparte y les dijo, pidiendo anonimato, que en realidad el estado del presidente había sido preocupante y que las próximas 48 horas serían críticas. Los periodistas ignoraron esa petición y delataron a Meadows, que está junto al presidente desde que fue ingresado el viernes.

Aquella disonancia entre funcionarios y médicos sembró en Washington un caos de especulaciones sobre el verdadero estado de Trump, quien después ha hecho un esfuerzo denodado por aparentar vigor, por medio de vídeos, fotos, mensajes en redes sociales y hasta un polémico paseo en coche fuera del hospital.

El doctor Conley se encuentra por tanto desautorizado, y víctima de su puesto. Trabaja como médico de cabecera del presidente desde mediados de 2018, y está bajo gran presión para ocultar o minimizar cualquier problema de salud de Trump. Sus partes anuales suelen centrarse en qué bien está Trump. «Me complace anunciar que el presidente está en muy buen estado y así seguirá por el resto de su presidencia y más allá», dijo en el más reciente.

En primavera, el doctor Conley hasta cedió ante Trump y le recetó, según dijo en un comunicado, hidroxicloroquina, un tratamiento para la malaria que algunos, incluido el presidente, consideraron beneficioso para prevenir y tratar el virus, sin pruebas científicas. La comunidad médica, sin embargo, lo ha descartado, y de hecho, en esta ocasión Trump no lo está tomando, a pesar de tener el virus. Sí está el presidente bajo un agresivo régimen de antivirales para casos graves de coronavirus, aunque el doctor Conley dice que su estado es bueno, otra patente contradicción.

Lo cierto es que Conley, que es osteópata de formación, es un médico de la Armada, curtido en misiones en Afganistán, que está acostumbrado a recibir y cumplir órdenes, más cuando le vienen, como es el caso, del comandante en jefe. Aun así, el domingo, en otro parte, intentó dar más detalles sobre el estado de su paciente, y admitió que su oxígeno en sangre había caído peligrosamente en dos ocasiones.

Preguntado por los medios, admitió que había ocultado que le había administrado oxígeno a Trump y lo había ocultado «por preocupación sobre el rápido avance de la enfermedad», aunque con toda probabilidad lo que le preocupaba era la reacción del paciente, empeñado como está en aparentar el máximo vigor a un mes de las elecciones.