Lo que habría en el rosal de la Casa Blanca aquel cálido sábado de finales de septiembre era alguien con coronavirus, que se convirtió en un foco de contagio que ha dejado al presidente de la primera potencia mundial en el hospital, su mujer en cuarentena, tres senadores aislados y la campaña electoral en suspenso a menos de un mes del día de votación. La alcaldesa de Washington ya ha puesto el grito en el cielo porque además en la fase dos de la reapertura, en la que está en este momento la capital federal, están estrictamente prohibidas las concentraciones de más de 50 personas en espacios al aire libre. Todavía más alarmante fue, sin embargo, que después, fuera de las cámaras, Trump y la juez Barrett saludaran a los invitados dentro de la Casa Blanca, en la sala dedicada a los recibimientos diplomáticos. El virus también se propagó allí, y hasta la fecha ha infectado a siete personas, incluido el presidente.
Al día siguiente, domingo, Trump preparó el debate electoral que iba a tener lugar el martes con dos de sus principales asesores: el exgobernador de Nueva Jersey Chris Christie, que padece sobrepeso y hoy está ingresado por coronavirus, y el exalcalde de Nueva York Rudy Giuliani, que tiene 76 años y está por tanto en grupo de riesgo. Por la tarde apareció con ambos en la sala de prensa de la Casa Blanca, un diminuto espacio cerrado donde había una veintena de periodistas, la inmensa mayoría con mascarilla y guardando distancia de seguridad. No hubo preguntas sobre la pandemia, centrados como estaban los medios en la revelación del «New York Times» de que a Trump la declaración de la renta le había salido a pagar solo 750 dólares (unos 650 euros) al año en 2016 y 2017.
La distancia salvó a Biden
El lunes, el presidente tomó parte en dos actos públicos al aire libre en la Casa Blanca: la presentación de un nuevo modelo de camioneta eléctrica hecha en Ohio y una actualización sobre los avances en el tratamiento y la vacuna del coronavirus. En ambas apariciones a Trump, en las que no lució máscara, se le vio bien de salud, sin síntoma alguno del virus que ya comenzaba a incubar. El martes, el presidente viajó con su familia a Cleveland, la ciudad de Ohio donde tuvo lugar el debate presidencial. Su oponente, Joe Biden, estuvo 1,8 metros de él, y por primera vez desde hace décadas no hubo apretón de manos al principio para prevenir contagios, algo que bien pudo haber salvado al demócrata, que tiene 77 años, de contraer el virus. Entre el público, la primera dama, que también era portadora del virus, y todos los hijos del presidente tomaron asiento y se quitaron las mascarillas, desobedeciendo las peticiones de los organizadores.
Un momento del debate entre Trump y Biden
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En el debate, que fue bronco y estuvo plagado de interrupciones e insultos, a Trump ya se le vio algo más acalorado que de costumbre, la tez con más transpiración de lo normal. Por aquel entonces, según la línea temporal que han ofrecido los médicos que le tratan, el presidente ya sentía algo de fatiga y presentaba una tos poco común en él. Este es el momento de mayor confusión. El presidente mantuvo en su agenda un mitin en Minnesota, al que acudió con su equipo de colaboradores más estrechos. Primero subieron al helicóptero Marine One, que les llevó de la Casa Blanca a la base militar de Andrews, donde embarcaron en el avión Air Force One. Junto al presidente iba su asesora especial Hope Hicks, que estuvo en el acto de presentación de la juez Barrett y también tenía el virus. Nadie lo sabía entonces, pero iba a ser el último mitin multitudinario de Trump en una buena temporada. Había 3.000 personas, fue al aire libre, pero el presidente ya no estaba bien. Normalmente es dado a hablar más de una hora, pero se limitó a 45 minutos, dando un discurso con una voz a veces ronca, claramente más pálido que de costumbre. En el vuelo de regreso, Hope Hicks comenzó a presentar fiebre alta. La aislaron en el avión y dio positivo en la prueba.
Según lo que los médicos de la Casa Blanca han revelado ahora, a estas alturas, el presidente ya debía sospechar que podría haber contraído el virus. Sin embargo, la presidencia ocultó durante unas horas el positivo de Hope Hicks, que le fue notificado a Trump, según la versión oficial, pasadas las 13.00 hora local, cuando subía al helicóptero de camino a su club de golf en Nueva Jersey. A pesar de tener todos los indicios de que tenía el virus, el presidente mantuvo la agenda: un cóctel con unas 100 personas que pagaron 50.000 dólares por cabeza para tomarse fotos con él y una reducida cena con 20 personas que soltaron 200.000 por matrimonio para poder hablar cara a cara y tenerle cerca. Lo pagaron también, parece ser, por quedar expuestos al virus. Después. El presidente volvió raudo a Washington y en unas seis horas anunció que había dado positivo en la prueba de coronavirus y que comenzaba la cuarentena. El viernes fue ingresado.