La maldición del club de los negacionistas del Covid-19

El presidente Donald Trump se ha sumado al club de los líderes mundiales que minimizaron la importancia del Covid-19 y que después fueron víctimas del virus. Ese ha sido el caso del primer ministro británico, Boris Johnson, y el presidente brasileño, Jair Bolsonaro, que han visto como ha cambiado su perspectiva de la pandemia, en algunos casos, aunque en otros ni siquiera así han rebajado su frivolización de la pandemia.

«Les di la mano a todos», dijo el primer ministro británico, Boris Johnson, durante una conferencia de prensa el 3 de marzo, en la que anunciaba el plan de Reino Unido para hacer frente a la propagación del coronavirus. La cifra mundial de personas fallecidas superaba apenas las 3.000 en aquel momento, y Johnson se refería a su visita a un centro médico: «La otra noche estuve en un hospital donde había algunos pacientes con coronavirus y les di la mano a todos», dijo, y apuntó que la gente estaría «complacida de saber» que el virus no le impediría saludar a la gente con un apretón de manos. En los días posteriores, y pese a que sus propios asesores científicos acordaron que el Gobierno «debería desaconsejar saludos como estrechar la mano» según consta en varios documentos, continuó haciéndolo en varios eventos públicos. Reseñable es su aparición en el programa «This Morning» de ITV, durante el cual estrechó la mano del presentador Philip Schofield, a quien después explicó que «la gente toma sus propias decisiones» y argumentó, entre risas, que «lavar (las manos) es lo más efectivo, en lugar de excluir todas las formas de saludarse».

Solo unos días después, el viernes 27, anunció que entraría en cuarentena debido a que tenía síntomas de Covid-19, y el 5 de abril fue ingresado en el hospital, donde estuvo una semana. Tres días los pasó en la Unidad de Cuidados Intensivos.

El efecto pandemia en Boris
Pese al negacionismo inicial de la peligrosidad del virus, en aquel momento las encuestas estaban a su favor y la población le dio un gran voto de confianza a su gobierno. Sin embargo, verle las orejas al lobo tuvo un efecto concreto no solo en su forma de gestionar la pandemia, sino también en el ámbito personal. Una vez dado de alta y con mejor aspecto, se le vio haciendo ejercicio en los jardines del Palacio de Buckingham e hizo un llamamiento a la población para entregarse a las bondades del ejercicio, al estar demostrado que las personas con sobrepeso tiene un mayor riesgo de complicaciones por el Covid-19. Y aunque aseguró estar «fuerte como el perro de un carnicero», aún algunos consideran que su recuperación no ha sido completa. Se le ve cansado y con menos brío, e incluso es evidente su cambio durante sus otrora enérgicas intervenciones en el Parlamento.

Lo cierto es que tras superar la enfermedad, no cedió tanto como para admitir los errores cometidos, pero su estrategia cambió. La imposición de medidas cada vez más fuertes, multas elevadas y confinamientos locales parecen estar teniendo efecto en la contención de la segunda ola del brote, y sus apariciones públicas con salidas de tono han dado paso a un temple más pausado. Pese a ello, su imagen se ha desplomado. Los resultados de una encuesta de Ipsos Mori revelan que actualmente los temas que más peso tienen en la política británica son, en este orden, la gestión de pandemia, la economía y el Brexit. Y las tres le están pasando factura al premier, a quien quizá le pesa aún que el 31 de enero, precisamente el día del Brexit y que debió haber sido para él un día de celebración, también fue cuando el Reino Unido confirmó sus primeros casos de coronavirus. Ahora engrosa la triste lista de los países más afectados por la pandemia, aunque con la esperanza de haber aprendido no solo de lo sufrido por gran parte de la población, sino de haber experimentado en carne propia los estragos de la enfermedad.

La «gripecita» del atleta Bolsonaro
En el caso del presidente brasileño, Jair Bolsonaro, este desobedeció las órdenes, incluso de un juez, de usar mascarilla en lugares públicos, incluso cuando promovía aglomeraciones en las calles y en eventos en el Palacio del Planalto. Fue fotografiado y filmado varias veces, tosiendo, estornudando y extendiéndole la mano a sus apoyadores, incluso pocos días antes de confirmar que estaba con el virus.

«Una gripecita» que no pasaría de 800 muertos, así definió Bolsonaro el virus Covid-19 así que vio que la epidemia asiática se volvía una pandemia con destino a Brasil. Desde la llegada de la enfermedad al país, en marzo, el presidente sudamericano negó la crisis, siguiéndole los pasos a su homólogo Donald Trump.

Sus frases infelices a cada cifra de muertes, eran chocantes. «Todo mundo va a morirse un día», respondía cuando le preguntaban sobre las medidas que su gobierno tomaría. «No soy sepulturero», dijo cuando el país llegaba a 50.000 muertos, y «qué quiere que haga. Soy Mesías, pero no hago milagros», respondió Jair Messias Bolsonaro, cuando los números dejaron evidentes de que el vírus estaba fuera de control en Brasil.

En su discurso en la ONU, el 22 de semptiembre, el presidente negacionista atacó a la prensa por «politizar el vírus», dejando a la población en pánico y creando el caos social, al dejar la economía en un segundo nivel. En un discurso, que organismos internacionales calificaron de «delirante», Bolsonaro informó que su Gobierno resolvió el problema, entre otras cosas, al pagar mensualidades de mil dólares a 65 millones de brasileños desempleados.

El valor real era mucho menor, 120 dólares por mes, pero ha sido lo suficiente para que el brasileño recupere su desgastada popularidad, que subió del 29% antes de la crisis al 40% en septiembre. Por ese motivo, Bolsonaro ha decidido mantener los programas asistenciales al máximo posible. En el auge de la crisis, entre abril y julio, Bolsonaro estaba muy desgastado.

Casi toda la familia afectada
Pese al desinterés con que trató el caso, el coronavirus rondó a Bolsonaro, a su equipo y a su familia, desde el inicio de la crisis, cuando buena parte de su gabinete se contaminó en un viaje a Miami, tras encontrar a Trump, en marzo.

Diagnósticado en julio, Bolsonaro fue obligado a encerrarse por tres semana, una más que lo normal, hasta confirmar un examen negativo. La primera Dama, Michelle Bolsonaro, su hijo Renan, y su nuera Heloísa, embarazada de su primera nieta, también tuvieron COVID19. La abuela de Michelle Bolsonaro, Maria Aparecida Firmo Ferreira, falleció a los 80 años, víctima de la pandemia.

A camino de los cinco millones de casos y de las 145 mil muertes, Brasil está en tercer lugar en número de casos y muertes, después de Estados Unidos e India. Con las primeras señales de que el virus comienza a caer en Brasil y la sensación de la vida comienza a volver a la normalidad, Bolsonaro ahora está muy relajado y asume que fue su Gobierno el responsable por controlar la enfermedad, pese a las críticas sobre la mala gestión, que costó el cambio de tres ministros de sanidad en menos de un mes.

En julio, cuando confirmó que estaba con el virus, el mandatario de 65 años, mantuvo las polémicas, recomendando la controvertida cloroquina como si fuese un milgro, pese a las críticas de médicos, científicos y de funcionarios de la Organización Mundial de Salud (OMS), que no recomiendan ese remedio como solución y advierten sobre sus efectos colaterales. Pero Bolsonaro se recuperó del virus que superó gracias a lo que él mismo llama de su «historia de atleta».