Juan Paulino partió desde República Dominicana hacia Colombia el pasado 12 de marzo con la promesa de un trabajo. El viaje se hizo un día después de que la Organización Mundial de la Salud declarara la pandemia por coronavirus (COVID-19), que a la fecha ya tenía cinco casos confirmados en el país.
Al llegar a Colombia, con nueve casos de contagio del virus a esa fecha y con la declaratoria de emergencia sanitaria que ese mismo día declaró el presidente de ese país, Iván Duque, los planes de Paulino se trastocaron.
La oferta de trabajo que tenía no se concretó y, sin dinero, tuvo que quedarse bajo la solidaridad de una familia. Hoy, desesperado, sin trabajo, escondido por temor a que le hagan daño por su condición de extranjero, clama por ayuda a las autoridades nacionales para poder regresar a su tierra.
Paulino cuenta que al llegar a Colombia se hospedó en un hotel desde donde le llamaron a inmigración. “Unos ocho miembros de esta institución hablaron conmigo y me dijeron que tenía que estar en cuarentena por 14 días en el hotel sin salir a ninguna parte, y les dije a ellos que, realmente, no podía permanecer tanto tiempo porque no tenía dinero para pagar este hotel durante tanto tiempo”, contó a Diario Libre.
Aunque albergaba la esperanza de salir del país el 20 de marzo en otro viaje, para la fecha ya la frontera dominicana estaba cerrada, por disposición del gobierno de Danilo Medina que decidió cerrar el país a los viajes por mar, cielo y tierra, como medida de prevención a la propagación del COVID-19.
Mientras, personas que tenían contacto con Paulino le decían que tuviera cuidado, puesto que el virus era importado en Colombia y los nacionales allá podían tomar ciertas represalias en contra de los extranjeros.
Al cabo de unos días del aislamiento obligatorio, logró hablar con la gerente del hotel para decirle que no podía pagar, y esta accedió a hablar con un miembro de inmigración, al que convenció de que ya Paulino podía salir del lugar.
Sin rumbo definido, una familia de creyentes cristianos se ofreció a recibirle en su casa, en la ciudad de San José de Cúcuta, en el Departamento Norte de Santander.
“Me brindó venir, a sabiendas del peligro que ellos corren con tenerme aquí, en su casa, escondido, sin que ningún vecino se entere”. Refiere una situación en que unos españoles fueron agredidos y requirió la intervención de los agentes policiales para evitar que pasar a mayor.