Putin espera hoy a Erdogan en Moscú para buscar una solución al conflicto en Idlib

Ante el alarmante cariz que tomaban los acontecimientos en la provincia siria de Idlib, en donde el jueves 27 de febrero perecieron 36 militares turcos en un bombardeo que el Ministerio de Defensa ruso atribuyó a aviones sirios que daban cobertura a la vasta ofensiva desencadenada por las tropas de Bashar al Assad, el presidente turco, Recep Tayyip Erdogan, telefoneó a su homólogo ruso, Vladímir Putin, para pedir explicaciones y emplazarle a mantener un encuentro urgente.

Aunque no con mucho entusiasmo, Putin aceptó celebrar la reunión hoy en Moscú. Erdogan ya ha dejado claro que exigirá el cese de la ofensiva en Idlib y el establecimiento de una tregua duradera, lo que presupone que la aviación rusa deje de prestar apoyo al Ejército sirio y que el Kremlin convenza a Assad para que olvide por el momento hacerse con el control del disputado enclave.

Represalias turcas
De manera que en este aspecto los intereses de Moscú y Ankara son diametralmente opuestos. De ahí que, para acudir a la negociación en Moscú en posición de fuerza y de paso mostrar firmeza ante los suyos, el presidente turco dio orden a sus tropas de machacar lo más posible a las tropas de Assad como represalia. Los ataques del Ejército turco en Idlib y en otros puntos de Siria no han cesado desde la semana pasada.

Pero la Fuerza Aérea rusa, por su parte, tampoco ha estado perdiendo el tiempo. Según el Observatorio Sirio para los Derechos Humanos, aviones rusos lanzaron un ataque el jueves en las afueras de la ciudad de Maaret Misrin, causando al menos 15 muertos, un niño entre ellos, y numerosos heridos, algunos de ellos graves. La misma ONG sostiene que el avance del Ejército sirio para reconquistar Idlib, iniciado en abril de 2019 y que cuenta con la inestimable ayuda militar de Moscú, ha causado desde comienzos de diciembre la huida de cerca de un millón de personas y la muerte de casi 500 civiles, cifras confirmadas también por la ONU.

El portavoz del Kremlin, Dmitri Peskov, dijo ayer en relación con el nuevo encuentro que hoy mantendrán Putin y Erdogan, uno más de los muchos que llevan celebrando casi cada mes desde que rehicieran sus relaciones y se reconciliaran en 2016, que «las expectativas son las de llegar a un entendimiento común sobre los antecedentes y las causas de la crisis, el carácter negativo de sus consecuencias y el conjunto de medidas necesarias para prevenir su agravamiento». Sin embargo, el ministro de Exteriores ruso, Serguéi Lavrov, ha advertido que las tropas sirias «tienen todo el derecho a luchar contra los terroristas» en Idlib.

Rusia y Turquía ya acordaron en Sochi, en septiembre de 2018, un plan para acabar con el último bastión del yihadismo que queda en Siria, Idlib, pero haciéndolo sin masacrar a los civiles y evitando una estampida de refugiados como la que se está viendo ahora mismo en dirección hacia Grecia.

Para ello se creó una zona desmilitarizada en una franja de 15-20 kilómetros de anchura de la que, según Putin explicó entonces, deberían haber salido «todos los insurgentes radicales como el Frente al Nusra» (Al Qaida) así como también la retirada todo el armamento pesado como tanques, lanzaderas de misiles, piezas de artillería y hasta morteros. El acuerdo supuso el cese de las operaciones el Ejército sirio en la zona.

Incumplir el pacto
La provincia de Idlib está controlada en un 60% por el grupo yihadista Hayat Tahrir Al Sham, del que forma parte la antigua rama del Al Qaida en Siria. Pero en el enclave hay también grupos armados afines a Turquía. En la provincia hay además 12 puestos de control y observación del Ejército turco en misión dentro del marco de los acuerdos de creación de las zonas de «desescalada». Ankara temía ya entonces que una acción militar de Assad con la ayuda de Rusia pusiera en grave peligro a sus militares como así sucedió la semana pasada.

Pero Rusia acusa ahora a Turquía de no cumplir lo pactado en Sochi al no haber separado a la oposición moderada presente en Idlib de los terroristas y, en general, de no haber sabido calmar la situación. Mientras, Ankara insiste en que no retirará sus fuerzas de la zona. Analistas azerbaiyanos afirman que Idlib es para Turquía lo que Donbass, en el este de Ucrania, es para Rusia.

Lo cierto, sin embargo, es que mientras no se llegue a un acuerdo para pacificar Idlib el flujo de refugiados será incesante, aunque Moscú no se cree el dato del millón de desplazados facilitado por la ONU. El miércoles, Lavrov aseguró que «entendemos lo grave que es para la Unión Europea la llegada de refugiados y la inmigración ilegal, pero no podemos detener la lucha contra el terrorismo para resolver el problema de los desplazados» por la guerra. Un acuerdo hoy en Moscú se presenta complicado, aunque los expertos creen que se terminará consensuando otro cese de las hostilidades tan frágil como todos los anteriores. En medio de la reforma constitucional en marcha y con una votación prevista para abril, a Putin tampoco le interesa mucho un choque violento con Turquía.