El tono victorioso de Netanyahu contrastó con el abatimiento de su principal rival, el ex jefe del Ejército y líder de «Azul y Blanco», Benny Gantz, quien, con los sondeos a pie de urna en la mano, habló ante los suyos de «pena y desilusión» porque «si estos son los resultados, no es lo que llevará a Israel al camino correcto». «Azul y Blanco» obtiene por ahora 32 escaños, pero la coalición calificada de «centro izquierda», junto a Laboristas y Meretz, tampoco suma asientos suficientes para la formación de gobierno.
Dos de las grandes sorpresas de la jornada fueron la alta participación, un 71 por ciento, y la consolidación de la Lista Conjunta Árabe como tercera fuerza de la cámara, con 15 escaños a falta del 10 por ciento de los votos por escrutar. «El Likud y la Lista Conjunta representan dos ideologías que están en extremos opuestos: anexión frente a división de la tierra; supremacía judía frente a igualdad de derechos. Esta disputa estará en el corazón del debate político en los próximos años», apuntó el columnista Aluf Benn en el diario Haaretz.
La magia de Bibi
El Likud, con la anexión del Valle del Jordán como principal promesa electoral, es la fuerza más votada y la acusación a su líder por tres cargos de corrupción no parecen haberle pasado factura política. «Es un mago. Después de pasar 14 años como primer ministro, 11 de ellos de forma consecutiva, a solo dos semanas de que empiece el juicio por soborno y fraude, con gran parte de los medios en contra y la acusación de los ex jefes del Ejército y de diplomáticos de que su continuidad pone en peligro el sistema democrático, Netanyahu logra la victoria», recogió el analista Herb Keinon en su análisis del diario The Jerusalem Post.
Desde el otro lado del muro, el secretario general de la Organización para la Liberación de Palestina (OLP), Saeb Erekat, valoró los resultados provisionales de las elecciones como «una victoria de los asentamientos, la ocupación y el apartheid».