FaceApp, la polémica aplicación del «cambio de sexo», vuelve con sus problemas de privacidad

Hasta el pasado año
FaceApp era una desconocida aplicación de origen ruso. En poco tiempo tocó a la puerta del éxito por sus increíbles capacidades. Sus filtros de edición eran capaces de
«envejecer» los rostros de las imágenes
con un resultado asombroso. El fenómeno ha vuelto por todo lo alto gracias a su función de «cambiar de sexo», aunque el servicio incluye una peligrosa letra pequeña: existen dudas sobre su privacidad y su estrategia de comercialización de los datos personales de sus usuarios.

La aplicación, disponible para los sistemas operativos iOS y Android, incluye una tecnología neural que logra de manera automática generar transformaciones muy realistas de las imágenes. Para completar el proceso utiliza servicios de almacenamiento en la «nube» de Amazon y Google. El servicio sube a la «nube» las fotografías que se editan. La plataforma se ha vuelto más transparente en aras de respetar la privacidad de sus usuarios en comparación con el pasado, pero sigue preocupando a los expertos en protección de datos. En sus términos de uso, actualizados el pasado 4 de junio, la compañía asegura, sin embargo, que se eliminan pasadas las 48 horas. Y también asegura que encripta cada fotografía cargada para procesarla.

Para utilizar es necesario dar permiso a ciertas funciones como la cámara y acceso directo al carrete donde se almacenan las imágenes en el dispositivo móvil. Una interacción habitual entre las aplicaciones de fotografía. Pero el servicio oculta una letra pequeña que puede poner en riesgo la seguridad de los datos personales. La clave se encuentra en cómo se comparte la información personal. «No divulgamos fotografías o vídeos de usuarios con empresas de terceros, con la excepción de la imagen cargada con los proveedores en la “nube” Google y Amazon para proporcionar las funciones de edición», asegura la compañía en sus reglas de uso.

Pero asegura que puede compartir información sobre el uso de la aplicación con una serie de socios de los que no especifica cuáles son. «Podemos compartir su información personal con proveedores de servicios que prestan servicio en nuestro nombre o ayudan a operar la aplicación», insiste. Y añade: «Cada foto que se seleccione para editar se cargará a nuestros servidores para poder procesar la imagen y transformar el rostro». Para Samuel Parra, experto jurista digital, «no se sabe qué información envías».

«Tiene una letra pequeña muy larga, segmentada por zonas y regiones, que además es distinta. La política de privacidad es teóricamente correcta, pero no son transparentes sobre con quién comparte información sin especificarlo. Dicen al principio que no comparten información con terceros, pero no indican para qué se va a transmitir la información y, sobre todo, tampoco para qué», explica este experto en declaraciones a ABC.

Aunque FaceApp no es una aplicación novedosa, en los últimos días se ha vuelto un fenómeno viral. Miles de personas han publicado en sus perfiles de redes sociales los resultados de su foto manipulada, hasta el punto que muchos usuarios han querido comprobar el resultado con personajes famosos. El sistema funciona a través de un algoritmo informático y redes neuronales para escanear los rostros y modificar algunos detalles de la imagen como las ojeras y otros rasgos faciales propios del género. De hecho, el software estereotipa los cánones de belleza femeninos y exagera, en cambio, las facciones masculinas.

Otra de las cuestiones que más inquietan a los usuarios es la empresa desarrolladora, Wireless Lab, de procedencia rusa. Su director general y fundador es el ingeniero Yaroslav Goncharov, quien la creó en 2014. La firma se ubica, sin embargo, en Wilmington, localidad del estado estadounidense de Delaware, considerado un paraíso fiscal, según la inscripción en las tiendas de aplicaciones, mientras que en la página web se publica que tiene sede en San Petersburgo (Rusia).