Bernie Sanders sobrevive como candidato de un partido sin rumbo

Debió disfrutar Donald Trump el debate entre candidatos demócratas del martes por la noche, si pudo verlo durante su periplo por la India. Fue una noche embarrada y caótica que presentó a un partido entre el delirio y el desespero. Muchos demócratas consideran que tienen un problema: el líder y favorito en las primarias, Bernie Sanders, es un puente a la reelección de Trump. Sus rivales describieron la nominación del líder socialista como poco menos que un suicidio político, tacharon su programa de radical y recordaron que los rusos tratan de ayudarle porque saben que perderá contra Trump. Pero, por un lado, ninguno da muestras de poder evitarla. Y, por otro, le están haciendo el caldo gordo para otoño al equipo de propaganda del presidente: si Sanders gana la nominación, solo necesitarán una recopilación de los «mejores momentos» de la otra noche para elaborar el mejor anuncio de campaña para su reelección.

Las primarias demócratas están en una encrucijada en la que la salida no está clara y el tiempo se agota. El martes, en Charleston, la principal ciudad de Carolina del Sur, se celebraba el último debate antes de las primarias en este estado sureño de este sábado y, sobre todo, antes del «Supermartes» del 3 de marzo, la cita electoral decisivo, donde se pondrán en juego una quincena de estados, incluidos California y Texas, que reparten un tercio del total de delegados. Los candidatos moderados fueron esta vez a degüello contra Sanders. Prefirieron atacar al nuevo, al multimillonario Michael Bloomberg, también moderado.

Centro de los ataques
«Estoy escuchando mi nombre mucho, me pregunto por qué», dijo Sanders con sorna cuando apenas habían pasado unos minutos de debate y todo eran ataques contra él. Bloomberg, que tenía que remontar el lamentable desempeño en el anterior debate, le dijo que Rusia le estaba «ayudando a ganar». Joe Biden le atacó por sus dudas en el pasado en la limitación del acceso a armas de fuego.

El más certero fue Pete Buttigieg, el exalcalde de South Bend (Indiana), que dibujó el futuro oscuro, en su opinión, del partido demócrata si nomina a Sanders: «El precio es 4 años más de Trump, McCarthy (el republicano de mayor rango en la Cámara de Representantes) como presidente de la cámara baja y la imposibilidad de poner el Senado en manos demócratas».

Incluso la candidata más cercana en lo ideológico a Sanders, Elizabeth Warren, disparó contra su compañero en el Senado: proclamó que ella sería «mejor presidenta que Bernie» porque es capaz de ir al detalle «para que ocurran las cosas», una puya a las críticas sobre la falta de definición de Sanders sobre aspectos como la financiación de su plan de salud pública universal.

La andanada de ataques se produjo entre el griterío de los candidatos. Sanders salió golpeado. En ocasiones, vaciló en asuntos espinosos, como la financiación de su plan de salud pública, su pasado en regulación de las armas o su amabilidad con regímenes dictaduras comunistas. Pero sobrevivió porque del debate no salió una alternativa clara desde el bando moderado.

Biden buscó un tono enérgico e hizo multitud de referencias al voto de la minoría negra, su gran apuesta para remontar en las primarias, en las que espera que Carolina de Sur -el 60% del electorado demócrata es negro- sea su trampolín. Pero se vio la debilidad de su posición en ataques cortoplacistas contra el multimillonario Tom Steyer, que ha invertido muchos recursos en ese estado y va tercero en los sondeos. Mientras Sanders camina con fuerza hacia el «Supermartes», el ex vicepresidente necesita pelear con un candidato sin opciones a largo plazo para asegurarse la victoria este sábado.

Bloomberg mejoró mucho con respecto al anterior debate, pero volvió a mostrar que su imagen empeora cuando no la controla como en un anuncio de televisión: sus chistes preparados no encajaron, Warren volvió a vapulearle -esta vez, por financiar a candidatos republicanos en el pasado- y no encadenó momentos de brillantez.

Para desesperación de muchos demócratas, el debate mantuvo el ‘statu quo’ de las primarias: un izquierdista avanza hacia la nominación.